La apariencia de la bestia semejante a una montaña estaba entre la de una criatura viviente y la de una enorme roca. Las piedras rugosas estaban en todas partes en su cuerpo negro. La concha entre las rocas estaba salpicada de barrancos que cruzaban, de los cuales salía veneno abrasador. A primera vista, parecían magma del subsuelo. Lo que era más terrible eran los diez o más bultos negros que crecían en los dos lados de la espina dorsal de la bestia.
Eran fluctuantes y salpicaban veneno rojo con una temperatura de miles de grados, como si docenas de volcanes estuvieran en erupción al mismo tiempo. Los cientos de metros cuadrados cercanos eran un infierno ardiente envuelto en humo negro y olor acre de azufre.
¡Esta bestia montañosa era una bestia volcánica!