Li Yao era como un ratón que caía en un saco de arroz. Con los ojos entornados, miró a su alrededor, solo para encontrar una densa masa de manchas rojas de luz que se precipitaban hacia él.
Li Yao caminó por las vías del tren. Trató de encontrar el lugar que era el más rico en energía demoníaca. De repente, frente a él apareció un gran bulto negro oscuro. En una mirada más cercana, no era más que un trozo de hierro que se había deformado en tal forma.
Reflexionó durante un largo tiempo antes de darse cuenta repentinamente de que era el carruaje acorazado de la noche anterior el que se abalanzó sobre la marea de la bestia sin una pizca de vacilación. Nunca había imaginado que en realidad sería deformado bajo la marea de bestias embravecidas; era como si no fuera nada más que una caja hecha de papel podrido frente a la marea bestial.
