Los cientos de ratones crujieron mientras se arrastraban sobre el cuerpo de Li Yao a lo largo de sus piernas. Eran como los soldados de Lilliput que trepaban a un gigante que parecía una montaña. Li Yao frunció el ceño. Su energía espiritual surgió y sopló a los ratones de su cuerpo.
Innumerables ratones cayeron al suelo en un completo desastre. Los ratones rojos saltaban enojados, los ratones verdes gritaban y los ratones azules reían de forma escalofriante. La habitación era como una tetera hirviendo, y Li Yao sintió que su cabeza estaba mareada debido a todo el ruido.
Li Yao lo fulminó con la mirada y gritó:
—¡Deja de gritar!
Su energía espiritual se extendió como una marea, mezclada con una aguda intención de matar. Los ratones se estremecieron y se miraron desconcertados. La mayoría de los ratones ya no se atrevían a moverse, pero los ratones rojos todavía sacudían la cabeza y movían la cola, faroleando.