Cuando escuchó que se acercaba la detección de sangre, los músculos del cuerpo de Sheyan se tensaron involuntariamente. Los masajistas que lo rodeaban lo notaron de inmediato porque podían sentir el dolor en sus dedos por amasar los músculos de Sheyan. Se detuvieron nerviosamente, temiendo haber cometido un error en su técnica de masaje y haber lastimado a su cliente.
Sheyan se quedó en silencio durante unos segundos, luego dijo en un tono pesado:
"Bueno, eso es todo por hoy. Ustedes pueden irse ahora".
Mientras decía eso, pagó a cada uno de ellos según el precio que habían acordado de antemano.
Los masajistas, por supuesto, estaban muy contentos porque el precio era por una sesión de masaje de dos horas, y solo había sido media hora.
