Hoy, Qin Wentian y Mo Qingcheng finalmente abandonaron las habitaciones. Ambos parecían estar llenos de espíritu. Mo Qingcheng cerró los ojos, al sentir la calidez del sol sobre su piel, extendió su mano como si tratara de capturar un rayo de sol.
—Es tan bueno tenerte conmigo —una expresión de felicidad bendita brilló en su rostro, estos últimos días con Qin Wentian se habían sentido como un sueño. Qué buena sería la vida si esto continuara indefinidamente.
Qin Wentian giró la cabeza viendo cómo los rayos del sol caían sobre el rostro impecable de Mo Qingcheng, mientras la sonrisa en su rostro se volvía cada vez más radiante. Una esposa así era algo que innumerables personas quisieran pero que nunca podrían lograr.