Ya habían pasado más de 20 años y el bebé que una vez tuvo en sus brazos se había convertido en un verdadero hombre. Con determinación en su corazón, haciendo caso omiso de la vida o la muerte, arrastró la espada demoniaca cien mil millas hacia el Salón del Emperador Píldora.
¿Qué más podría pedir?
Al mirar a la divinidad demoníaca Gran Roc, los ojos de este hombre misterioso se llenaron de gentileza y de emociones profundas.
Desesperadamente quiso actuar mucho antes, sin embargo, una vez le prometió que nunca lo haría. Qin Wentian podría hacer solo su camino. Solo así, un día Qin Wentian podría depender de su propia fuerza para sostener la porción de cielo que había logrado.
Si Qin Wentian crecía bajo su cuidado, cada vez que estuviera en peligro siempre podía buscar protección en lugar de luchar por su cuenta, logrando fortaleza con sus propios esfuerzos.