Wentian Qin se encaminó hacia la salida mientras Granujilla trotaba tranquilamente tras él. Al mismo tiempo, varias figuras se apiñaban alrededor de Wentian Qin y la que estaba más cerca de él era ni más ni menos que el forjador de armas invitado del Pabellón de Armas Divinas, Feng Lu. Como él procedía del Pabellón de Armas Divinas, Wentian Qin se sentía más cercano a él de forma natural.
—Mayor Feng Lu, ¿quién era ese anciano de antes? —preguntó Wentian Qin con curiosidad.
El anciano parecía extremadamente corriente, pero se había atrevida a usar una sola promesa como moneda de cambio por el cuadro que quería todo el mundo. Y además, nadie se había atrevido a competir contra él. Wentian Qin se había fijado en este desarrollo inusual de los acontecimientos.
—¿Sabes algo sobre el Banquete de Lin Jun? —preguntó Feng Lu mirándole.
—Sí, es el banquete más magnífico que se celebra al final de cada año en el País de Chu —Wentian Qin fue asintiendo.