El rostro de Wentian Qin conservó la calma. Sabía que Qianqiu Luo lo consideraba meramente un insecto que podía extinguir fácilmente.
Qianqiu Luo solo quería las Frutas de Ascuas de Sangre. A sus ojos, las frutas ya eran suyas. En lo que respectaba a Wentian Qin, no importaba si vivía o moría. Matar o no a Wentian Qin ya no servía a ningún propósito.
Mientras Wentian Qin escondía en secreto la Espada Dorada en la manga, en sus labios se reflejaban los restos de una leve sonrisa. Antes, a Wentian Qin no le importaba si Qianqiu Luo era realmente un talento monstruoso de la Academia Estrella del Emperador. Pero ahora sí que le importaba.
Se prometió que la humillación que había sufrido hoy se la haría pagar multiplicada por diez, con tiempo.