Su pelo era tan oscuro como la tinta negra. La sangre tiñó de rojo la antigua alabarda.
Qin Wentian estaba allí, parecido a un antiguo dios de la guerra. La juventud del año pasado ya no existía después de la transformación. Su intención de batalla se elevó sin límites, explotando hacia delante sin reservas.
En ese momento, la multitud pudo sentir que Luo Qianqiu ya no tenía tanta confianza en sí mismo. Después de presenciar personalmente a Qin Wentian aplastar a Sikong Mingyue, pudieron sentir débilmente que quizás Qin Wentian sí tenía el poder para derrotar a Luo Qianqiu y luchar por el puesto de primer clasificado.
En este instante, ya se habían olvidado de sus apuestas. Sus ojos estaban llenos de una intensa expectativa por este joven genio que desafiaba al Cielo y que acababa de resucitar, esperando a que él lograra este «giro» final del destino. Si tuviera éxito, este incidente sería una leyenda que persistiría durante mil años.