Hércules me lleva hasta el cuarto de hotel que había reservado por unos días. Creo que esperaba poder convencerme de volver a la casa familiar con él.
Pero yo ya no sentía las ganas de vengarme, no como antes. Había encontrado mi modo zen.
Aunque eso no quitaba el hecho de que estuviera muy enfadada.
Me di una ducha rápida y me puse una vieja camisa de Hércules, que al vérmela puesta y que exhibía gran parte de la piel de mis piernas, sintió que era un hombre realizado.
Apenas puse la cabeza en la almohada, me quedé sumida en un profundo sueño.
Cuando desperté, el localizador estaba encendido y las luces se prendían como un árbol de navidad. Lo agarre y vi que era una emergencia.
Agarre la ropa de trabajo y me la puse mientras buscaba con la mirada en la sala de estar de la suite, a Hércules. Pero no estaba por ninguna parte.
Le escribí una nota informándole a dónde me iba.
Llegué al lobby de la sala de emergencias y se trataba de un parto bastante complicado. Razón por la cual me habían llamado, era la jefa de enfermeras de la especialización. Podría decirse que era una experta en la materia.
Se estaba complicando un poco el parto más de lo que me esperaba. Así que llamé a la doctora de turno de obstetra y me dijo que esperara.
Maldición. Este bebé y su madre no podían esperar por mucho tiempo. Así que llamé al jefe de esta doctora y le comenté la situación. Me dijo todo lo que debía hacer a través del teléfono móvil y mientras estaba haciendo lo que se me estaba indicando.
Logré sacar al bebé y los ritmos alarmantes de la madre comenzaron a normalizarse.
Suspiré aliviada y me saque el sudor que estaba recorriendo por mi frente.
Deje a la madre descansar y ordene a las demás enfermeras que me ayudaron durante el parto a llevar al nuevo retoño a conocer al resto de su familia.
Cuando estaba por retirarme, vi por el rabillo del ojo que Ivanhoe estaba sosteniendo el bebé que yo ayude a traer al mundo y maldije para mis adentros.