Sentí hambre, un hambre voraz. Un fuego que se extendía en mi interior.
Mis ojos se contrajeron y los colmillos de felino aparecieron. Con el olfato desarrollado, busque por todo el lugar hasta localizar la fuente de mi hambre.
Ví que esa cosa negra era la más grande que había visto en toda mi vida.
Intenté controlar el hambre y la sed que deseaba calmar.
Hércules me cubre con su cuerpo entero y trataba de calmarme la bestia que tenía en mi interior.
-- Tranquilízate, Becca-- me lo pide.
Hice un esfuerzo por calmarme al hambre que anseaba tomar el control de mí.
Tomé bocanadas de aire para calmar mi ritmo cardíaco y estabilizar mi respiración.
El olor se hizo más tenso.
No pude. Empuje a Hércules y salté.
Robin Hood pensó que iba a matarme y se asustó por un momento, y toda la culpa la tenía el vampiro.
Le clave las uñas y la bestia rugió. Se vuelve a romper el velo que cubría los ojos de los demás, exepto de los míos.
Clave los colmillos y no lo solté hasta que me tiró más lejos posible de su cuerpo. Golpeé mi espalda con una columna de mármol, o algo que parecía serlo.
Hércules salta y le clava los colmillos para darle una lección de no lastimarme.
El sabor de esa sangre viscosa era raro, ácida y amarga. Fue en ese momento que tuvo que parar porque sintió como ese líquido empezaba a corromperlo.
Volví a clavarle los colmillos y no lo solté hasta que dejó de moverse.
Me acerqué a Hércules, quién empezaba a vomitar la sangre.
-- Cómo haces para aguantar beberte esa sangre?-- y parecía estar muy mal.
-- Te olvidas que papá me hizo así-- me refería a Macbeth.
Me corrí el pelo hacia un lado y dejé expuesto el cuello y Hércules no logró controlar hincarme el diente.
Cuando pasó su malestar, se sintió un poco mejor.
Me estrechó entre sus brazos y con una de sus manos alza mi rostro. Se queda mirándome fijamente y luego apoya sus labios entre los míos.
-- Robin, quiénes son y qué están haciendo aquí?-- pregunta una voz femenina, que interrumpe el beso entre los dos.