Capitulo con contenido adulto.
Cuarto recuerdo de Experimento Rojo 09
Su lengua se adentró a mi boca, traté de ignorar sus movimientos húmedos en cada parte de mí, incluso la manera en que se deslizaba sobre la mía. Tuve que apretar mis puños a cada lado de mi cama en tanto sus labios me besaban y su lengua hacia el intento de despertar la mía.
No, no iba a moverla.
Últimamente y, desde que conocí a Pym, los besos de mi examinadora ya no me excitaban, ya no me agradaban, dejaron de gustarme.
—Bésame 09, es una orden— ella susurró contra mi boca, se me sacudieron los huesos, odie con todas mis fuerzas el roce de sus labios con los míos, tanto así que agradecí de que tuviera el pedazo negro de tela cubriendo mis ojos, cubriéndome por completo el panorama de su rostro a centímetros de mí—. Bésame.
Y juntó su boca con la mía en movimientos bruscos en los que sentí la moldura de sus dientes golpear con los míos, roces que volcaron mi estómago, sus labios eran suaves pero a pesar de eso no los quería sobre mi ni en esta forma ni una otra, desvelar su sabor que producía una amargura en mí, no era lo que quería.
Pero moví mi boca, obedeciéndola, tal como a ella le gustaba, movimientos bruscos y profundos. Mi corazón dio un vuelco y se sintió como si cayera a la boca de mi estómago cuando esas manos se deslizaron por mi desnudo pecho y bajaron a mi vientre.
Ahogué un gemido en sus labios cuando empezó a acariciarme. Todos mis órganos se removieron en mi interior, y tal como otras veces lo hice, todo lo que ingerí quiso regresar por mi garganta.
Ya no me gustaba que ella hiciera eso, que me besara, que me tocara de esta manera, que hiciera conmigo lo que le placiera cuando quisiera. Ni siquiera tenía la tensión acumulada, no era tiempo para que intimara conmigo e intentara hacerme liberar algo que no tenía...
Fui empujado, y muy a mi pesar sabía lo que significaba eso, por segunda vez, sus puños me empujaron el pecho así que me recuesté sobre mi cama, sintiendo enseguida sus piernas trepar al colchón, treparse sobre mi cuerpo. En todo momento su boca no soltó la mía y su lengua siguió moviéndose sobre la mía que apenas y se atrevía a rozarla.
La sentí sentarse sobre mi vientre, un movimiento tan inesperado que una tensión extraña y cálida se apoderó de mí, me arrebató un gemido que se ahogó en su boca, y con eso bastó para escuchar su risa.
—Te gustó, ¿eh?— su voz sonó extraña, ronca, era casi como un ronroneo.
Y se meneó sobre mi cuerpo, jadeé al sentir como algo suave rozaba contra mi entrepierna...
Una tela suave, pero había otra cosa que sentí, y era más suave que esa delgada prenda, y estaba húmedo. Se rozaba una y otra vez, suave y lento contra mi miembro que esas descargas eléctricas me invadieron el vientre. Sentí endurecerme con sus meneos, estremecerme con su lengua y sus labios. Las sensaciones estiraban mis músculos, no supe cómo combatirla, solo sabía que no quería.
Si ella no era Pym, no quería.
Volví a gemir, no sabía que está a haciendo porque estaba haciendo eso tan extraño sobre mí, pero por ese instante quise retirarme la tela para ver.
— ¿Recuerdas cuando te dije que era difícil saber lo que tu cuerpo quería?— preguntó en un tono bajo, ronco. Me besó el mentón, nuevamente mi corazón se volcó antes de volver a acelerarse—. Ahora sé lo que quiere...
— ¿Qué... quiere mi cuerpo?— quise saber, sintiendo ahora como su lengua lamia mi areola esa frescura de su lengua me hizo apretar los dientes.
Quítate de encima mío. Quise gritarle, empujarla. Pero solo recordar que si lo hacía me abriría la piel de mi estómago otra vez como aquella vez en que no quise colocar mi rostro entre sus piernas, prefería callar.
Con ella yo no quería intimar. Nunca me gustó intimar.
—Te mostraré lo que quiere tu cuerpo paso a paso— dijo. No supe a qué se estaba refiriendo, pero traté de respirar
Y lamió mi vientre, esta vez trague mis jadeos. Una de sus manos tomó la mía que apretaba con fuerzas las sabanas debajo de mi cuerpo, en una pequeña sacudida. Y la movió hacia alguna parte de mi cuerpo, entonces mis dedos rozaron con esa misma prenda húmeda que se había frotado contra mi miembro.
Algo pinchó mi pecho cuando ella adentró mi mano dentro en la prenda donde pronto mis dedos rozaron esa suave piel por la que fue bajando más y más.
Estaba caliente y mojado lo siguiente que sentí, no podía imaginarme ni describir su forma, ni qué lugar estaba tocando de todo su cuerpo, más que preguntarme lo que era eso, quise retirar la mano. La escuché gemir cuando me guio a una extraña parte de piel abierta en la que empujó mis dedos.
Me congelé. Dejé de sentir el tacto, solo quería salir de ese lugar al que me empujaba.
— ¿Lo sientes?— gimió con más fuerza—. Ahí es donde quiere estar tu miembro, penetrarme, embestí... ¿Qué? ¿Por qué estás haciendo esa cara?— espetó repentinamente soltó mi mano, y no dudé en sacarla de golpe— ¿Es que no te gustó?— preguntó, ahora parecía molesta.
Me arrancó la tela del rostro para dejarme apreciar esa mueca en sus labios, y un segundo más tarde se bajó de mi cuerpo y la cama, mis ojos rápidamente atisbaron esas piernas blancas y desnudas que apenas eran cubiertas por la doblada bata que llegaba a sus muslos medios.
¿Qué lugar de ella estaba tocando? No lo sabía, pero me sentí aliviado de que terminara.
—Respóndeme, ¿no te gustó?— escupieron sus labios, vi sus labios retorcidos mientras ella se colocaba unos jean del otro lado de la mesa—. Si no me respondes...
—Me sentí extraño esta vez— No quería que me castigará, así que respondí lo que fuera, viendo ahora como una vez abotonado el pantalón se bajaba la bata hasta las pantorrillas—. Me pregunté que estaba tocando, intenté imaginarlo porque se sentía extraño no ver nada.
Esa no era mi primera mentira, le había mentido otras veces, ocultado otras cosas con tal de no ser castigado.
Apretó sus labios carnosos, repletos de un labial rojo, en una sonrisa suficiente, y desagradable para mí.
—Extraño, ¿eh?—repitió con amargura, como si no me creyera—. Como sea, vamos a dejarlo hasta aquí, no falta mucho para que vengan a recogerte...
Retiré la mirada y retuve una fuerte exhalación en mi pecho solo porque ella odiaba que suspirara ruidosamente o resoplara.
Esta mañana me dijeron que había llegado mi turno para el primer grado de mi maduración como adulto, eran tres grados y si finalizaba el último, al fin iría al bunker. Dijeron que estaría más de dos meses en mi incubadora, algo que no quería ya que los rojos tendíamos a estar casi siempre despiertos y no nos hacía efecto los adormecedores a menos que nos mantuvieran con él todo el día, y aun así habían momentos que seguíamos despiertos, observando la oscuridad o a veces a loa científicos del otro lado. Así el tiempo se pasaba más lentamente.
— ¿Me estas ignorando?— Pestañee cuando vi como sacudía la tela frente a mis ojos—. Te juro que últimamente te he visto muy perdido, ¿tu sentimiento entraño no tiene que ver con la examinadora Pym?
Que la nombrara solo empeoro mi estado de ánimo, hizo que mi mirada volviera a bajar al suelo. Había pasado ya una semana en que no la veía, en que mi examinadora volvió a tomar su respectivo lugar, lugar que yo quería que sólo fuera de Pym.
Me tragué un segundo suspiro de solo recordar lo que sucedió esa noche en que después de jugar, mi tensión empezó a provocarme síntomas. Verla asustada y sin saber qué hacer cuando le dije que debía tocarme en mi entrepierna me congeló la sangre.
Ella no quería intimar conmigo, no lo dijo con esas palabras pero cuando la vi salir de mi cuarto diciendo que encontraría ayuda, lo supe. Tampoco podía obligarla, aunque tuve ganas de detenerla y enseñarle cómo, pero después de todo no era mi examinadora, solo me cuidaba como si fuera su infante.
Creo que estaba sentido o molesto con ella, cuando después de un par de horas llegó otra examinadora y Pym me dejó a solas con ella
No quería recordar ese momento, ni los días siguientes después de haber sido tocado por alguien más, prefería hacerlo por mi propia mano, pero eso tampoco me lo permitieron. Cuando esa examinadora se fue, y Pym regresó, las cosas no fueron iguales, al menos no hasta el día siguiente cuando ella regresó con una nueva actividad.
Me trató como si lo que sucedió el día pasado fuera más que una pesadilla de esas que a menudo tengo. Y trató de hacerme olvidarla con historias y juegos, chistes que casi no entendí y con esa sonrisa en su rostro, yo sabía que no podía obligarla a tocarme, pero que alguien más apareciera para intimar conmigo cuando yo no sentía nada fue lo que no me agradó...
— Erika— reconocí esa voz masculina, era del guardia de los mediodías.
No tuve que subir la mirada— aunque lo hice— para ver quién retiraba la cortina de mi umbral, y miraba a mi examinadora con atención.
— ¿Qué los está demorando?— preguntó él—. Es el tueno de ese animal de irse.
Por animal se refería a mí, desde el primera día en que lo vi me llamaba de esa misma forma... A mí no me gustaba que me llamaran de ese modo, no era un perro, menos una mascota.
—Lo sé, Adam, no tienes que recordar— escupió mi examinadora irritada, pasando su mano por su cabello rubio.
—Es la segunda vez que te lo recuerdo, ya no es hora de hacer porquerías con tu experimento, niña — mencionó él, debajo de la cortina mientras mantenía una sonrisa cínica, así era como mi examinadora definía esa sonrisa que no me agradaba.
— ¡Solo salté!— exclamó, clavándole la morada con molestia. Él pronto se apartó, no sin antes pasar su mirada marrón en todo el cuerpo de mi examinadora antes de desaparecer detrás de la blanca cortina—. Arriba, 09, ponte la bata.
(...)
Mis descalzos pies se posicionaron junto al tubo de incubación, ese que me llevaría de vuelta a mi incubadora. Miré a mí alrededor por última vez, para darme cuenta de que no sería el único experimentado enviado por maduración, junto a mí había un experimento del área naranja, sus orbes cetrinos no dejaban de clavarse con severidad en uno de los guardias que cuidaba de que no se bajara.
La forma en como lo observaba, era casi como ver las ganas que tenía de golpear al guardia, incluso apretaba sus puños. Mi examinadora me dijo que no le agradaban los experimentos naranjas ni negros, eran muy frenéticos, desobedientes, y agredían cuando no se les daba comida a tiempo.
Ellos eran los que más castigos recibían. Experimentos de su clasificación casi no habían en la sala 7, de hecho hasta donde fui capaz de mirar todos estos años, solo era él al único que lo colocaron en esta sala, con nosotros.
Su cuerpo y altura eran diferentes, tenía más anchura que yo, más músculos. A mí me dijeron que tendría músculos similares a la mitad de la etapa adulta, mi cuerpo tomaría más forma, y sería un poco más alto.
Un crepitado y después un sonido sordo, me giraron la cabeza hacia los cuartos, sobre todo el que estaba junto al mío donde el cuerpo de Rojo 11 se encontraba sobre otro más delgado que el suyo.
Mi frente se arrugó de sorpresa y confusión viendo como sus puños golpeaban el pecho de su examinador en el sueldo, un golpe tras otro con un enojo que soltaba en gruñidos. ¿Por qué lo estaban golpeando? ¿Qué había ocurrido? ¿Él le ha la hecho algo? Sin embargo, su examinador no reaccionaba, no se movía, parcia inconsciente.
—Esa hembra no es inteligente— escuché decir al experimento junto a mí.
— ¡Silencio 13 naranja!
Quise moverme de mi lugar cuando dos guardias trotaron junto a ellos para tomar a Rojo11 por los brazos y tirar tan fuerte de ella que sus piernas se sacudieron en el aire. La forma en como la lanzaron al suelo y le golpearon con un par de bastones que daban descargas eléctrica a su cuerpo provocándole chillidos y quejidos, apretaron mis puños.
—Deja de mirar 09 rojo— Un golpe en mi hombro me indicó enderezarme pero le ignoré, no podía dejar de ver como la azotaban como castigo... Quería detenerlos.
Ella dejó de sacudir sus brazos y piernas para detenerlos, para comenzar a cubrirse de los azotes. Podía ver desde mi lugar su dolor, como su rostro se arrugaba y sus ojos se apretaban, el miedo que en ese momento ella estaba teniendo y las suplicas que comenzaron a resbalar dolorosamente de sus labios.
Pero ellos no se detenían, ¿por qué no lo hacían? ¿No veían que ya era suficiente? Estaba seguro que algo le había hecho su examinador y ella ya no pudo soportarlo, por eso lo golpeó.
— ¡Que te voltees, animal!
Y lo hice, me endurece, con los puños apretados soportando los quejidos de mi compañera de sala, mirando con severidad al guardia frente a mí que sin un ápice de preocupación por la escena detrás de nosotros tomaba la máscara del escritorio.
Ese par de ojos marrones completamente fríos me miraron un segundo antes de hacer una mueca de asco y colocarme la máscara negra de gas en mi rostro. Pero tan solo lo hizo, esos quejidos de mi compañera dejaron de escucharse, proyectando un silencio arrebatador que intentó hacerme torcer el rostro por segunda vez, para buscarla.
—Respira profundo, muy profundo— me ordenó él, poniendo fuerza sobre la máscara y levantando la máquina de atornillar, no sin antes estirar esa sonrisa que odie—, esto va a doler... Más te vale no hacer ruido.
La herramienta en su mano se encendió, mis dientes se apretaron en cuando encontré su mano guiando el filo de la maquina a la máscara. Mi cuerpo sintió un temor que apretó mis músculos, a pesar de que anteriormente me la habían puesto, el dolor que se sentía cuando te clavaban la máscara era incomparable... Nadie se acostumbraría a ese dolor.
Mis pensamientos se esfumaron cuando a continuación sentí un pinchazo de hierro penetrando la piel de mis mejillas y triturando los huesos de mi rostro, el dolor que terminó rasgando a gritos mi garganta, gritos que no salieron de mis apretados labios y no fueron escuchados por el ruido de la herramienta.
(...)
La malla metálica de la incubadora estaba corrida, pero eso no fue lo que me despertó, lo que terminó abriendo mis ojos fue escuchar con ese extraño chillido femenino, puse atención al exterior donde esa voz gemía y otra masculina le acampaba, escuchándose, ambas, ahogadas en alguna parte del exterior que todavía no podía ver con claridad.
Rápidamente en que mis sentidos comenzaron a despertar más, me sentí desesperado, pero no por estar flotando a la mitad de mi incubadora ni por estar siendo observado por algunos cuerpos vestidos de batas largas que la malla al correrse dejó mostrar, sino porque no podía mover mi lengua, tampoco podía tragar, tenía algo en la boca, algo que apenas dolía pero que incomodaba demasiado y mantenían mi boca dentro de la máscara abierta.
No sabía qué eran, se sentían duros...sabían a metal, creo que eran tubos. Quería quitármelos, sentía que me ahogaría.
Quedé estupefacto al ver cómo me encontraba, más de la mitad de mi propio cuerpo estaba rodeado de agua salada. Mis pies anclados al suelo por un pedazo de metal y mis brazos estirados y anclados a cada lado de la incubadora.
El miedo me consumió al darme cuenta de todos eso cables que salían de la piel de mis brazos y se alargaban atravesaban unos agujeros oscuros de la incubadora. ¿Para qué eran? Recordaba muy bien que nunca me colocaban más de dos cables en mis brazos y era para mantenerme alimentado de un adormecedor, pero esto era diferente.
Exploré cuanto pude de mí, encontrando pronto que a la máscara de gas en mi rostro se conectaban dos tubos negros que al igual que los cables blancos también atravesaban el cristal, quise ver hacia donde conectaban, pero algo más me estremeció los huesos.
Miré fuera del cristal, observando más allá de las personas que se acumulaban alrededor de mi incubadora, el área. Cuando vi que no había nada familiar, comencé a moverme con la necesidad de salir de los agarres metálicos y también sacarme lo de mi cuello.
Esta no era mi área, ¿en dónde estaba? ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué estaba haciendo en este lugar? ¿Y dónde estaban los científicos que cuidaban de mí en el área roja? Mis ojos terminaron cayendo repentinamente en los dueños de los sonidos, esas confusas y aturdidas preguntas se esfumaron cuando ellos llamaron mi total atención.
Se encontraban a varios metros de mi incubadora, pude reconocer sus sexos, una era una hembra y el otro un macho vistiendo batas... Lo que me desconcertó fue ver la posición en la que ambos estaban sentados en una misma silla.
Mientras el hombre se mantenía sentado con su espalda contra el respaldo de la silla de rueditas, la mujer se mantenía sobre el desnudo regazo del macho, sus delgadas piernas que también estaban desnudas acomodadas a cada lado de aquel cuerpo varonil. Pestañeé al ver como ella brincada sobre su regazo y estiraba su cuello, abría su boca y escupía gemidos sonoros y roncos... que me recordaban a mi examinadora.
A ese día en que me pidió que besara su entrepierna.
— ¡Más! —gimió ella, vi la forma en que sus brazos se abrazaban al cuello de él, y esos dedos se hundían en el cabello oscuro y lo jalaban—. Quiero más...
Algo se estremeció en mi interior, mi estómago se volcó al encontrar la manera en cómo el macho con sus manos tomaba una parte de la hembra, y la apretaba empujándola con rotundidad a él, haciéndola gritar con ese mismo sonido que me inquieto. Toda esa cabellera negra se sacudió cuando todo su cuerpo tembló con los movimientos raros que ambos hacían. ¿Qué estaba sucediéndole?
Y de repente, ella abrió sus ojos, esa mirada azul quedó clavada en la mía, con horror se palideció y llevó sus manos a cubrir su boca.
— ¡Oh santo Dios, uno de ellos despertó! —chilló, se levantó de encima del hombre con la bata abierta a más de la mitad de su figura, y ver su entrepierna plana y levemente enrojecida me hizo contraer la mirada, por un momento también, mirar mi cuerpo inmóvil y examinarme.
¿Era esa la diferencia entre un macho y una hembra? Supongo que sí, mi examinadora tampoco tenía nada ahí abajo...
El macho se volteó al llamado de la pelinegra, y ese par de marrones también me observaron con extrañes mientras en su lugar, se acomodaba lo pantalones con rapidez. Regresé la mirada a la entrepierna desnuda de la mujer, esa que enseguida ella se cubrió para acercarse a mi incubadora, exaltada y con su rostro sudoroso.
—Tenía que habernos arruinado el momento—resopló él, pero no le puse atención por estar mirando a la pelinegra que colocó sus manos extendidas en el cristal de mi incubadora.
Me sentí desorientado al mirar el color de sus ojos azules que me recordó a Pym. Solo pensar en ella hizo que el pecho se me oprimiera.
—Hola ExRo09— saludó, su voz se escuchaba con claridad aunque un poco ahogada a causa del material del cristal—. Tranquilo estas en el área de maduración posgrado— me explicó—. Tu estancia aquí será temporal después de alimentar a tu cuerpo con algunas sustancias requeridas para tu organismo. Después de eso, te regresaran a tu área para que termines tu primera maduración.
Sus palabras hicieron que mirara por segunda vez el área en el que me encontraba, antes de dejar que mis orbes cayeran sobre el cuerpo masculino que se acercaba a una maquina en la que comenzó a presionar unos coloridos botones, y en cuanto lo hizo sentí algo muy extraño entrar a mi cuerpo desde los cables que se conectaban a mis brazos. Pestañeé, notando ahora como él se encaminaba a ella, por detrás, para rodearla con sus brazos.
—Deja de hablar con él Daesy...—Miré la forma en que acurrucaba su rostro en el largo cuello que apenas se veía de la bata de la hembra, y lo besó—. Él no te escucha.
Claro que si los escuchaba. Volvió a besar su cuello y ella lanzó una sonrisa, encogiéndose un poco.
—Ya no podemos hacerlo— le dijo, girándose, quedando repentinamente acorralada por el cuerpo de él—. Ya despertó uno, y si él le cuenta a su examinadora estaremos en problemas...
El jadeó sonoro que soltó la hembra cuando él la alzó contra mi incubadora, me sacudió el cuerpo, vi como esas largas y desnudas piernas femeninas rodeaban el torso del macho, y también como esos brazos se anclaban a la anchura de sus hombros.
—No le van a contar a nadie de esto— Se besaron, o eso es lo que me hicieron saber por la forma en que movieron sus cabezas—. Ni siquiera saben qué es lo que estamos haciendo, además, pronto cera dormido, ya le prolongué los adormecedores.
—Pym me va a regañar si se entera de esto—le debatió ella.
Que nombrara a Pym abrió mis ojos en par en par, mi estómago se llenó de un extraño cosquilleo, una sensación de emoción al pensar en ella. Conocía a mi Pym. Quise mover mi boca, hablar, preguntarle por ella, saber si volvería a cuidar de mí, pero los claves en mi garganta me lo impidieron.
—Ella es su examinadora, Ronny— Esas manos grandes le levantaron la bata, entorné mucho la mirada al ver ese moreno trasero de la hembra pegado contra el cristal, frente a mis ojos—. Ronny, no... Si Pym sabe de esto me matara.
—Me importa un bledo Daesy—bufó él sosteniéndola de sus muslos desnudos y apretando sus dedos en esa piel morena—, es su palabra contra la nuestra.
Y sucedió algo más extraño, él se empujó y el cuerpo de ella se sacudió, se golpeó contra mi incubadora produciendo un sonido agudo, uno que se amortiguó por el chillido de placer que salió de ese cuerpo a través de su boca femenina. Quedé confundido, tratando de procesar lo que estaban haciendo, tratando de saber si él estaba golpeándola, lastimándola, o tal vez no lo hacía. No lo sabía, solo podía ver como su cuerpo se golpeaba en el cristal, todo ese cabello negro se sacudía, y esos sonoros gemidos exploraban alrededor, llenando el área.
Llenando mi estómago de una desagradable sensación. ¿Qué estaba haciéndole él a ella? ¿Por qué estaban gimiendo de placer? Mi examinadora dijo que el placer era a causa de la intimación... Entonces, lo que ellos hacían era... ¿intimar? Pero, ¿por qué la forma en que intimaban era tan diferente? Así no intimaba con mi examinadora.
Estaba confundido.
(...)
Con pesadez abrí mis ojos, sin recordar en qué momento había perdido la conciencia, lo último que sabía era que esas dos personas estaban intimando delante de mí incubadora de una forma desconocida para mí, y que pronto sentí tanto cansancio que comencé a cerrar mis parpados.
Eso era todo lo que recordaba.
Revisé, con la visión un poco nublada, mi cuerpo al sentir la movilidad de mis brazos y recordar que la última vez estaba inmóvil con los brazos y pies sujetados, todo mi cuerpo ahora flotaba en el agua salada de una nueva incubadora. Observé a mí alrededor después de pestañear varias veces, las incubadoras que se encontraban acomodadas a cada lado mío, esa enorme maquina a la que todos nos conectábamos y de la que nos alimentaban, y esas numerosas pantallas repartidas en cuatro tipos de escritorios. Estaba en mi área, en el área Roja al fin. No supe cuánto tiempo pasó desde que me colocaron aquí, pero que pudiera mover mis extremidades con un poco más de libertad me hacía sentir menos inquieto.
Sin embargo, seguía conectado, ahora con menos cables de los que recordaba usar en aquella zona de maduración en la que desperté. Pero estaba confundido, ¿no se suponía que debía dormir esta vez hasta que terminara mi maduración? Dijeron que me mantendrían consumiendo somníferos para que el proceso fuera mucho más rápido. ¿Acaso no me estaban haciendo efecto?
Además, era el único que estaba en incubadora, cuando había más experimentos de mi área que también estaban en la espera de su segunda etapa de maduración. Pensé que los pondrían a madurar en el mismo tiempo que a mí, pero era el único en esta incubadora. ¿A caso el tiempo para la segunda etapa todavía no llegaba y por eso no estaban incubados todavía? Seguramente.
—Sería evidente— una voz masculina me alzó la mirada y torció mi rostro en busca de la persona a la que le pertenecía la voz. Apenas podía verlo a causa de la enorme maquina negra que cubría mi visión del resto de las primeras incubadoras, solo podía ver su espalda vistiendo la bata blanca, seguramente estaba revisando las primeras incubadoras—. Lo mejor es quedarnos callados.
Eso último hundió mi ceño, ¿con quién estaba hablando? Solo podía ver su espalda, ¿acaso había alguien más de ese lado? Cerré mis ojos para poder ver sus temperaturas a través de los materiales, y saber que en efecto había dos personas, con la única diferencia de que la segunda temperatura tenía un tamaño menor al de la primera.
—Richard, solo piénsalo un poco más—Y su voz era mucho más rara—, el estúpido de Chenovy lo va a perder todo si no entrega las muestras, podemos hacerlo sin que él se dé cuenta.
— ¿Cómo piensas que lo haremos? Todo aquí abajo tiene seguridad, no podemos robar nada sin que se den cuenta los que financian a Chenovy.
Tuve curiosidad de saber de qué estaban hablando. La primera temperatura se apartó de las incubadoras, abrí mis ojos para ver su aspecto masculino, su cuerpo entero vistiendo una enorme bata y ese cabello negro puntiagudo. Estaba a punto de ver el color de sus ojos, cuando terminó dándome la espalda, en posición a una de las pantallas. Por otro lado, el segundo cuerpo salió, caminando en su dirección para darle alcance.
Parecía un hombre mucho más joven de él, de cabellera rubia y anteojos redondeados. Una apariencia física muy delgada con una vestimenta diferente a otras que había visto, y abrazaba a su pecho una enorme libreta de pasta roja.
—Si lo pierde todo, nosotros quedaremos en la ruina, ¿entiendes? —habló el de menor estatura, mirando hacía las incubadoras un segundo—. Podemos tomar algunas muestras nada más, nadie se dará cuenta hay bastante sangre en este maldito laboratorio.
Un fuerte resoplido del hombre pelinegro lo calló, se incorporó para torcer un poco su rostro y ver al de los anteojos.
— Ni se te ocurra hacer una tontería—escupió, no pude hundir más mi entrecejo, confundido y extrañado—, solo espera un poco más.