—Señor Mello Kent, ¿eh? —Dorian forzó una sonrisa en su cara mientras estrechaba la mano de la figura humana, con sus ojos pacíficos y tranquilos.
Internamente, estalló maldiciendo.
«¡¿Qué demonios?! ¿Cuántos malditos clones tienes? Sé que dijiste que los extendiste por todas partes, ¿pero en serio? ¿Todo el camino hasta aquí? ¡¿Por qué?!»
Su monólogo interno avanzó a un ritmo acelerado gracias a que su capacidad de Cuerpo perfecto estaba activa.
—Sí, un placer conocerte señor Iñigo —cuando Mello dijo señor Iñigo, torció las palabras, poniendo especial énfasis en ellas. Era evidente que Mello lo reconoció. La sensación que cada anomalía daba a otra anomalía era única. Dorian también podía reconocer a Mello.
—Escuché que ibas a una expedición a Moria, ¿es correcto? —prosiguió Mello, sonriendo gentilmente.