Un sentimiento de dolorosa calidez se extendió por la mente de Dorian mientras caminaba afuera. En ese momento, cuando dejó ir todo para continuar su viaje para salvar a Helena, su alma pasó por una especie de limpieza. Era como si estuviera renaciendo de la nada.
Al mismo tiempo, Dorian sintió que dos de sus leyes parecían llamarlo. La ley de la valentía y la ley de la misericordia.
«¿Hmm?», parpadeó.
Un instante después, mientras Dorian experimentaba este tipo de fría iluminación, sintió otra fuente de energía, una que resonó con la ley de la valentía y la ley de la misericordia. Esta fuente de energía era tranquila y pacífica, la cual recibía golpes y se movía sin pausa, lenta y constantemente.
Cuando percibió la fugaz sensación de esta fuente de energía, Dorian fue capaz de reconocerla.
—La ley de la caridad.