—¡Ah, bien, ya estás aquí! Estábamos a punto de irnos sin ti, heredero —Mira le dio una sonrisa gélida y un asentimiento a Dorian.
En ese momento se encontraban en la cima de la pared del lado Este de la ciudad de Tomo. El resonante sonido había bajado de intensidad, uno que parecía ser capaz de hacer vibrar el suelo ligeramente.
«¿Qué tan grande es esta tortuga…?», pensó Dorian, impresionado por la simple reacción de la criatura causaba al desplazarse.
Alrededor de ellos, decimas de miles de personas podían ser vistas pasando a través de las puertas o subiendo la pared y dirigiéndose hacia la fuente del ruido. Magos, mercenarios, guerreros, herreros, chefs, cazadores, una plétora enorme de ocupaciones y razas diferentes. Había humanos, aeth, extrañas mutaciones de lagartijas humanoides, hombres de roca pirita, incluso algunas sombras y vampiros.