—¡Dinero, dinero, dinero! —Dorian tarareaba alegremente cuando salió del casino Sello Azul, sus ojos brillaban. Se sentía bien tener una enorme cantidad de dinero en su nombre.
Dicho esto, se sintió un poco culpable al torcer el destino para ganar. No era exactamente justo de su parte, aun cuando hubiera sido muy divertido. Como un niño, de regreso en la Tierra, siempre había imaginado ir a un casino, y ganar mágicamente una y otra vez. Ni siquiera había pensado en su ética.
«Bien… no lo haré de nuevo», pensó agachando un poco la cabeza, con un sentimiento de culpabilidad. Envió una disculpa mental a todos los magos o comerciantes adinerados con los que pudo haber jugado y derrotado. Intentaría compensarlo en el futuro, haciendo buenas acciones o donando a la caridad. Lo más probables es que los pobres pudieran usar su dinero mucho mejor de lo que lo hacía la gente adinerada.