Después de apuñalar la piedra, Arial le había pedido a Dorian que la siguiera por una larga serie de pasajes hacia las entrañas de la Fortaleza de hielo.
Según ella, esta estructura subterránea completa era tierra de nadie en la que solo vivía el poderoso y ciego Rey grakon. No había otros grakons que vivieran allí, o criaturas de cualquier tipo en absoluto.
A medida que se movían, atravesando silenciosamente largas escaleras congeladas o corredores vacíos, los pensamientos de Dorian se volvieron nebulosos.
«¿Will? ¿Qué piensas sobre todo esto?» Pensó dirigiéndose hacia el alma dormida de Will, que yacía cerca de la suya, frotándose la frente.
Los recuerdos que había obtenido le explicaban mucho a Dorian.
El sentido innato del combate que había adquirido era algo que surgió de su inconsciente. Esos recuerdos debían estar almacenados en lo profundo de su alma, y sólo despertaron después de que algo especial les sucedió.