—Todos vienen siempre a acosarme. Yo, el Marqués de la Desesperación, soy el soberano de la Ciudad de la Desesperación, con un territorio ilimitado a mi nombre. Y pensar que hasta las hormigas como vosotros os atreveríais a dar un paso al frente para desafiar mi autoridad —a pesar de que el rostro del Marqués de la Desesperación era inexpresivo mientras contemplaba a los miembros de las seis grandes sectas, uno podía sentir la inmensa furia en esa voz intensa y siniestra.
Esa pura y hermosa cara envileció hasta el extremo al instante. En opinión de los miembros de las seis grandes sectas, era como si un demonio sin parangón acabara de levantar la palma de su mano, causando que una fuerza devastadora se extendiera por el Cielo y la Tierra, destruyendo todo a su paso.