—¿QUÉ?
Cuando Sha Jingwang divisó que el disparo del cañón del Arca del Dios Tiburón Colosal fue cortado en pedazos por un único destello de espada, dio un bote sorprendido, desconociendo lo que acababa de suceder.
No obstante, eso no fue lo más sorprendente que le esperaba a Sha Jingwang.
En el vacío, ¡un solitario rasgón lo desgarró! Ese rasgón era incomparablemente negro, y una gigantesca mano descendió desde el interior. Tirando con furia, la mano agarró a todos los seres de la Raza del Tiburón Colosal en el vacío y los estrujó. Al instante, el cielo estaba repleto de sangre derramándose por todas partes mientras sus restos llovían sobre el suelo.
—¿QUIÉN...? ¿QUIÉN ESTÁ AHÍ? —Sha Jingwang aulló. ¡No había esperado que algo así sucediera en ese momento crítico!
Cuando todos esos discípulos de la Secta de la Nube, quienes ya estaban preparados para morir, contemplaron todo ante sus ojos, se quedaron completamente confundidos.