Lin Fan se detuvo cuando la experiencia de Volteando el Cielo y la Tierra llegó a la mitad. Había pasado bastante tiempo, y no sabía cuándo volvería el director.
La entrepierna del Emperador Yan estaba bastante hinchada, sus pantalones a punto de estallar.
De haber sido cualquier persona normal, Lin Fan habría tenido conciencia y se habría detenido. Pero a este Emperador no le dejaría ir tan fácilmente.
—Muy bien, aquí te dejo mientras me cargo a tu Reina.
Lin Fan tomó su Ladrillo Rojo Nueve-Cinco y atizó a ambos unas pocas veces antes de recobrar el aliento y acercarse a la Reina.
—Vaya, que belleza…¿cómo podría atacarte alguien como yo que admira la belleza? ¡Es un pecado, un pecado! —Lin Fan no estaba ciego, así que se dio cuenta de que la Reina era una belleza.