Cualquiera de los cuatro comandantes sería una existencia que podría reinar sobre todas las partes del mundo con absoluta facilidad. Ahora que los cuatro unieron fuerzas para confabularse contra un único humano, uno podría imaginar seguramente el enorme poder de aquella formación.
Si se tratara de otro cualquier el que tuviera que enfrentarse contra esos cuatro, lo más probable es que se desintegraran en polvo de inmediato, sin lugar alguno para la resistencia.
Al sellar el Cielo y la Tierra, los cuatro comandantes desataron sus movimientos definitivos, a medida que sus semillas de Habilidad Genuina se revolvían. Fue como si la Voluntad del Cielo del Mundo Santo Ancestral fuera su fuente directa de energía, con cuatro rayos de luz brillando desde los Cielos sobre ellos, canalizándoles energía adicional de forma constante.