En el interior de la cueva, todo era muy normal. No era un lugar con un tesoro como Lin Fan lo había imaginado.
Aquella cueva era siniestra y misteriosa.
Cuando Lin Fan llegó al final de la cueva, vio una voluta de humo negro golpeando repetidamente contra la pared. Entonces sonrió.
—¡JAJA! Parece que tú has sido tú el que ha hecho el tonto, ¿eh? ¿Y ahora qué? ¿Sientes que tu vida está llegando a su fin ahora? —Lin Fan se rio como un maníaco.
Como decía el dicho: "la vida siempre está llena de peligros acechando a la vuelta de la esquina".
El propio Lin Fan había pasado personalmente por una experiencia similar con ese bastardo llamado Santo Siete. Por lo tanto, siempre había sido cauteloso con aquellos autoproclamados seres poderosos.