Los cielos estaban especialmente sombríos en ese momento. Si bien esa vez no hubo muchas víctimas en la batalla, la Secta Santa había perdido a alguien de una importancia vital.
—Ains... —el Gran Maestro Yan dio un largo suspiro. Parecía haber envejecido considerablemente. Al mover su túnica, un ataúd de cristal con luz girando como un líquido apareció en el suelo.
—Este era un ataúd de cristal que había preparado para mí. Y pensar que... —sacudió la cabeza, evidentemente dolido.
A pesar de que el gran demonio ancestral había sido derrotado, aquello no era motivo de alegría para la Secta Santa.
El Gran Maestro Yan miró a Lin Fan, quien yacía sin vida dentro de aquel ataúd. No pudo evitar limpiarse el rabillo de los ojos. ¿Por qué tenía ganas de llorar de repente?
Mie Qiongqi bajó la cabeza y cargó el ataúd de cristal a la espalda. Dos cadenas de la línea de la red de energía se enrollaron alrededor del ataúd de cristal.