Ahora que su enemistad de sangre se había resuelto y podía convertirse en la discípula de aquel gran hombre, You Jiuling reveló una sonrisa sincera y sus ojos se curvaron como las lunas crecientes.
—Jefe, ¿a dónde debemos dirigirnos ahora? —Sha Dulong preguntó. Estaba lleno de envidia hacia la chiquilla en efecto. ¡Y pensar que podría convertirse en discípula del Jefe tan fácilmente! Cómo deseaban estar en su lugar.
Pero habían visto por medio de los hechos que lees era imposible. Aunque el Jefe no fijó sus requisitos para recibir discípulos, entendieron ciertas cosas en sus corazones.
Uno tenía que ser una Lolita, y una muy linda.
¡Qué bestia era...!