—¡Da Ha, Er Ha, San Ha… esto...! —Yao Wuxie estaba asombrado. ¿Qué demonios estaba pasando en ese momento? ¡Todo lo que se estaba desarrollando ante sus ojos era increíble!
Una figura atravesó la puerta.
La cara de Yao Shengtian estaba plagada de intenciones homicidas. La larga espada larga en su mano brillaba bajo la luz de la luna.
—Hermano mayor, ¿qué estás haciendo? —Yao Wuxie preguntó con asombro.
—¡Hmph, pedazo de escoria inútil! ¡Y qué si has conseguido el reconocimiento del hombre poderoso! Ahora que padre y el Viejo Maestro están fuera de la familia y no volverán en los próximos años, esto es ahora muy oportuno. Puedo encontrar una excusa con facilidad para encubrir tu muerte y ocultarla. Ahora recuerda, ¡la Familia Yao no tiene sitio para un insolente despojo como tú! —Yao Shengtian resopló fríamente.