Qian Yu se quedó dónde estaba. La situación ante ella y la mirada en el rostro de Yao Tengfei eran muy espeluznantes. Sobre todo cuando esos ojos suyos parecían poder ver a través de todo.
—Ven aquí —la cara de Yao Tengfei estaba muy disgustada cuando se dio cuenta de que esa zorra había dejado de moverse hacia él.
—¡Qian Yu... date prisa y ve hacia el quinto joven maestro...! —La anciana encargada del burdel tembló a un lado con miedo en su corazón también. Cuando las deidades luchaban, siempre eran los simples mortales quienes sufrían. Alguien como el quinto joven maestro no era alguien a quien mujeres como ellas pudieran permitirse ofender.
Y por lo que parecía, tampoco el sexto joven maestro podía enfrentarse a él. Esa única bofetada tenía a su corazón estremeciéndose todavía.
—¡Quinto Hermano... no... te pases...! —Respirando profundamente, Yao Wuxie levantó la cabeza y miró directamente a Yao Tengfei.