Lin Fan también estaba perplejo por las acciones de la joven dama de la tribu Manhuang. El tesoro que guardaba con su vida, ¿se lo entregaba así como así?
Lin Fan observó esa semilla flotando suavemente en el aire. Era verde oscuro por todas partes, y no había brotes ni nada que salieran de ella. No obstante, contenía una cantidad ilimitada de fuerza vital.
Lin Fan solo había visto una fuerza vital como esa dos veces en su vida. La primera vez fue el fénix en Infierno Ardiente, y esa fue la segunda. En comparación, la fuerza vital emitida por esa semilla era incluso más fuerte que el fénix de aquel entonces. La diferencia era como el Cielo y la Tierra.
A pesar de que Lin Fan no sabía qué era esa semilla, sabía que iba a ser algo aterrador.
—Confío en ti. El tesoro sagrado de mi tribu, te lo entregaré para que lo custodies —la cara de Huang Linger floreció con una sonrisa sincera.