Cuando las impresionantes bellezas de la montaña Jialan se fueron, Ergou se acercó a Lin Fan, frotándose las manos con nerviosismo.
—Gran Maestro, ¿qué piensas de mí? —Preguntó Zhang Ergou mientras emitía una desdichada sonrisa.
—No está mal. ¿Qué está pasando? —Lin Fan lo miró.
—Este... este... mi... momento más feliz de mi vida... —Zhang Ergou se avergonzó de decirlo. Si fuera directo, ¿no sería realmente embarazoso?
Lin Fan miró a Zhang Ergou con gesto de impotencia. Entendió lo que este tipo estaba haciendo. Este lacayo suyo estaba tratando de codiciar la carne de los cisnes.
Lin Fan suspiró con impotencia.
—Ergou, eres mi discípulo más estimado. Además, serás el Séptimo Gran Maestro de nuestra secta. Tengo grandes expectativas para ti. Por favor, no me decepciones.