Xun Er sentada en silencio a un lado en la silenciosa recámara secreta. Su delicada mano sujetó sus mejillas y bajo sus mangas verdes se revelaban las muñecas blancas como la nieve. Un par de pupilas como tesoros brillantes usaban la poca luz gentil para ver a Xiao Yan, que estaba sentado de piernas cruzadas y sus ojos fuertemente cerrados.