Empacando todas sus cosas, Xiao Yan abandonó la cueva. En ese momento, era mediodía afuera. La ardiente luz del sol asfixiaba a toda la montaña con un calor abrasador.
Tras saltar de la cueva y caminar un poco, encontró por coincidencia a Xiao Yi Xuan, quien estaba cargando una canasta de flores y había regresado de cosechar medicina. En ese momento, vestía una tela verde sobre su cabeza como una linda pequeña aldeana. Xiao Yan estaba un poco contento, sacudiendo su cabeza y sonriendo mientras la saludaba.
Xiao Yi Xuan sonrió dulcemente a Xiao Yan, sus ojos miraron la cueva de la montaña. Era lo suficientemente inteligente para no preguntar ya todos tenían sus secretos y ella no era la excepción. Así que no indagó más sobre lo que Xiao Yan hacía en la cueva y pretendió no haber visto nada. Xiao Yan no comentó sobre su reacción, estaba feliz y le gustó la forma en que reaccionó.
—¿Hambriento? Haré el almuerzo.