Cuando Xiao Yan salió de su estado inconsciente, ya era el ocaso. Abriendo sus ojos lentamente y moviendo un poco sus dedos, el dolor esperado no apareció. De hecho, hubo una sensación energizada en su cuerpo.
Esta sensación cómodamente enriquecida hizo que Xiao Yan respirara profundamente. Moviendo un poco su cabeza, una pila ordenada con un chaleco interno metálico azul y dos pergaminos apareció ante sus ojos.
Mirando esos objetos, Xiao Yan estuvo confundido al principio. Poco después, se sentó tras entender. Sus ojos revisaron furiosamente sus alrededores, pero fue incapaz de encontrar esa agraciada figura elegante. Una sensación de soledad y depresión empezó a aparecer en el rostro del joven.
—¿Ya se fue?