En el vasto desierto, la arena amarilla rugía.
—Qing Lin, ¿estás segura de que es aquí? —el rostro de Xiao Yan estaba lleno de sorpresa mientras veía el desierto plano frente a él. El terreno allí era extremadamente ordinario, con nada especial que atrajese la atención de alguien, y había incontables lugares similares dentro del desierto. Era difícil para Xiao Yan imaginar que hubiese rastros de una Llama Divina en un lugar tan humilde.