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Chapter 3 - Medianoche.

Considerando que Lucien de alguna manera logró llegar a este mundo completamente diferente, no se sorprendió ni asustó mucho al saber que de verdad tenía una biblioteca entera en su mente. Lo que lo confundió más fue que la mayoría de los libros estaban sellados.

Lucien intentó mantener la calma para que las imágenes de los libros pudieran volverse entidades más "sólidas" o "sustanciales". Revisó uno por uno y anotó aquellos que podían ser leídos y aquellos que no.

—Historia... No hay problema... Economía... Sí. Bellas Artes... Bien. Matemáticas, física, química y biología... Algunos de ellos están sellados.

«¿Es porque estoy en un mundo diferente por lo que no puedo leer estos libros? Aunque aún puedo acceder al conocimiento que obtuve en mi universidad; no ha sido bloqueado».

La mayoría de los libros disponibles eran del nivel de bachillerato o preparatoria, lo que constituía una pequeña cantidad a comparación de las referencias de enseñanza de la biblioteca general de una universidad. Había numerosos libros sellados allí.

Lucien se encontraba demasiado débil para revisar cada categoría, y en poco tiempo se volvió incapaz de mantener la concentración.

Arrastró sus pies de vuelta a la cama para tener un sueño placentero, de manera que pueda afrontar mejor su segundo día en este mundo. Sólo quedo allí una hogaza de pan. La supervivencia era siempre la prioridad; Lucien también comprendía eso.

Cuando su mente empezó a nublarse y estaba por sumirse en un dulce sueño, el chillido agudo de una rata y ruidos de madera siendo mordida lo despertaron.

«¿Ratas?»

Al inicio, no le prestó mucha atención. Volteó el cuerpo sobre la cama y estaba listo para volver a quedarse dormido. Pero el ruido se estaba volviendo más fuerte y perturbador, como si alguien estuviera rechinando los dientes en una roca.

Lucien no pudo volver a dormir. Intentó cubrirse los oídos con la sábana, algo hecho en vano; el ruido tenía un poder penetrante, y parecía venir de todas las direcciones.

—¡Maldita sea! —Frustrado, Lucien rezongó en voz alta. Estaba a punto de volverse loco; la comida sabía a madera; las prendas hechas toscamente irritaban su piel; la vieja sábana estaba llena de hoyos... ¡Ahora ni siquiera podía dormir bien! «Squeak... Squeak...» Escuchó ruidos chirriantes parecidos al de mil ratones rasguñando una pared.

Lucien rechinó los dientes, furioso. Decidió matar una o dos de las ratas con el fin de ahuyentar al resto. Se levantó de la cama e intentó escuchar con atención.

«Tengo que deshacerme de esta vida. Pronto».

«Sniff... Sniff... Waah…» Ahora era como si alguien estuviera llorando.

Lucien trató de concentrarse, pero solamente descubrió que persistían unos espantosos sollozos resentidos ahí.

Alguien estaba llorando... A medianoche. El corazón de Lucien estaba palpitando rápido, y su mente se vació. Cada cabello de su cuerpo se erizó. El helado viento nocturno pasó a través de la puerta rota. Lucien agarró la endurecida hogaza de pan para defenderse.

La voz sollozante pasó a sonar como una miserable canción. Lucien se asustó aún más. «Este es un mundo de magia y poder divino. ¡Probablemente también existan fantasmas y espíritus!»

Al respirar profundo, Lucien intentó calmarse con todas sus fuerzas y se movió hacia la puerta. Alguien estaba llorando con pena. La noche era muy silenciosa. Era como si todos sus vecinos estuvieran sumidos en sus sueños.

—Proviene... del muro de la derecha. —Mientras más se acercaba Lucien a la puerta, más claramente podía oír la voz en llanto. «Espera... ¡La bruja! ¡La bruja solía vivir allí!»

Él estaba estupefacto. «Pero su hogar había sido quemado completamente por la iglesia. Tal vez... Ellos omitieron algo, como una habitación secreta. Ella podría haber guardado sus malvados experimentos allí».

La mente de Lucien empezó a imaginar cosas. Una habitación secreta. Como en muchas novelas que leyó antes, él probablemente podría encontrar el tesoro de la bruja o incluso anotaciones sobre magia.

El llanto desgarrador lo devolvió a la realidad. «Sí, claro... Sé realista. Algo debe estar protegiendo ese lugar. ¿Cómo puedo luchar contra un fantasma con la hogaza de pan en mis manos?»

«¡Probablemente sería asesinado y poseído por los fantasmas malignos!»

Empezó a actuar con más cautela. Lucien estaba feliz de que su mente no estuviera controlada por la codicia, pero tampoco quería quedarse allí esperando. Nadie sabía si el fantasma intentaría ir por él.

Lucien estaba pensando muy rápidamente. En aquel momento, reunió toda la fuerza que pudo, y sujetó cuidadosamente la perilla de la puerta. El pan en su mano se encontraba empapado en su sudor.

Abrió lentamente la puerta. Estaba muy oscuro afuera y se podía escuchar el sonido silbante del viento frío.

No había nada aterrorizante allí, y después de salir de su cabaña la voz en llanto se debilitó ligeramente. Lucien se sintió un poco aliviado y respiró hondo, para luego comenzar a gritar tan fuerte como pudo:

—¡Fantasma! ¡Hay un fantasma aquí!

El grito fue tan estruendoso que incluso Lucien se sorprendió.

Enseguida empezó una serie de ladridos fuertes de los perros callejeros, y Lucien empezó a correr con locura hacia la catedral. ¡Esos tipos eran profesionales en estos temas!

Al ser el ex-vecino de la bruja, él podría seguir bajo la vigilancia de la iglesia, pero existía un beneficio: el que pida ayuda por su cuenta podría ayudar a que se gane algo de confianza y reduzca a la vez las sospechas.

Lucien gritó con fuerza para despertar a los demás vecinos, de manera que, si alguien intentara robar el tesoro e inculparlo a él o incluso matarlo, no serían capaces de hacerlo en frente de la multitud. Él se esforzó mucho en pensar en todas las medidas para salvar su vida en tal corto tiempo.

Poco después, vio a la catedral frente a él con luz de velas saliendo desde el interior de las ventanas.

Dos guardias en armadura estaban cuidando la puerta frontal. Al ver a Lucien correr hacia ellos aterrado, uno de los guardias sacó a medias su espada para estar alerta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el otro guardia mientras estiraba el brazo para detener a Lucien.

Este respondió con una voz temblorosa:

—Un fantasma. ¡Hay un fantasma allá! ¡En el hogar de la bruja!

El guardia se puso nervioso al oír eso. Siendo un guardia recién reclutado, él no podía notar si Lucien estaba diciendo la verdad. Entonces, le pidió a su compañero que se quede allí e ingresó a la catedral para informar al sacerdote en servicio esa noche. El ruido de su cota de malla se desvaneció gradualmente al desaparecer en la oscuridad.

Después de un momento, un joven sacerdote rubio vistiendo una túnica blanca salió caminando desde la puerta junto al guardia.

El hombre tenía una cara delgada. Caminaba en un ritmo elegante.

—Soy el Pastor Benjamin. ¿Puedes decirme qué pasó?

Los dos guardias estaban parados en silencio, temiendo que cualquier ruido hecho por ellos pudiera perturbar al Pastor Benjamin.

Lucien, con educación y sinceridad, describió en detalle cómo escuchó la voz en llanto del fantasma, cómo salió de su hogar y corrió hacia aquí para pedir su ayuda.

Después de escucharlo, Benjamin le ofreció a Lucien una sonrisa amable.

—Hiciste bien, hijo mío. Tu valentía muestra tu devoción hacia Dios —después les dio órdenes a los guardias —Thomson, trae a Gary, Paul y los otros dos caballeros aquí. La bruja era solamente una aprendiz. Por lo tanto, no hay necesidad de informar sobre esto al Obispo.

—Sí, mi señor —respondió Thomson con reverencia. A pesar de que Benjamin era solamente un Pastor de Nivel Básico, él era capaz de lidiar con las trampas o hechizos dejados por la aprendiz de un mago. Existía una brecha inmensa entre un sacerdote oficial y un aprendiz.

Benjamin preguntó el nombre de Lucien y detuvo su conversación cuando los otros cuatro caballeros llegaron; ellos también llevaban puestas cotas de malla, pero se veían mucho más imponentes a comparación de los otros dos guardias.

Una multitud ya se había reunido a cierta distancia de la cabaña quemada de la bruja. La luz de velas titilaba como estrellas dispersas, dando la impresión de acompañar a la luna en el cielo.

Lucien descubrió que la luna de este mundo tenía un color plateado.

La gente dejó de susurrar cuando apareció Benjamin. La multitud se sintió súbitamente aliviada y empezó a acercarse a la cabaña de la bruja mientras conversaba.

—Yo no escucho nada.

—Sin importar si es verdad o no, no hace daño realizar una purificación aquí.

Sin embargo, Lucien aún podía escuchar la voz sollozante. Pensó para sí, «¿Por qué esta gente no puede escucharla?»

Benjamin, como sabiendo lo que estaba pensando, respondió a Lucien con calma:

—Sí. Hay fantasmas presentes aquí.

Obviamente, él la escuchó, como también los cuatro guardias, quienes asintieron para mostrar su consentimiento.