Ye Sijue sonrió. —¿Quién te dijo que era la casa de otra persona? Es mi casa.
Así podía cambiar lo que quisiera cambiar, siempre y cuando lo hiciera feliz.
Mo Xiaomeng no pudo discutir con él. Toda su cara estaba enrojecida y dijo: —No me quedaré, entonces.
—¿Te atreves? —Ye Sijue dijo estas dos palabras tranquilamente, con tono amenazante.
Mo Xiaomeng estaba molesta. —¡Eres un bribón!
—Así es. —Ye Sijue sonrió diabólicamente.
...
Por la noche, en casa de los Yu.
Yu Zhe no quería volver a casa. Sin embargo, al recibir una llamada de emergencia, no tuvo más remedio que regresar, oliendo a alcohol.
Mamá Yu se apresuró a saludarlo justo cuando entró por la puerta. Al oler el alcohol, le dijo con preocupación: —Ah Zhe, ¿qué hacías afuera?
Yu Zhe negó con la cabeza débilmente: —No mucho. Sólo estaba comiendo con mis amigos.
