Mo Xiaomeng tenía curiosidad. —¿De verdad?
—De verdad. —respondió Ye Sijue.
Mo Xiaomeng abrazó su bolso. Tocando su labio con un dedo, echó un vistazo a toda la tienda antes de decir: —¡Quiero éste lugar... para que nunca puedan estafar a nadie más! ¿Eso es posible?
Estas personas eran demasiado malvadas. ¿Quién sabía cuántas chicas habían engañado en el pasado?
Al pensar en el posible destino de esas chicas, Mo Xiaomeng se sintió triste por ellas.
—Sí —Ye Sijue sonrió y asintió con la cabeza. Cuando se volvió hacia los hombres uniformados, su expresión se volvió tan majestuosa como la de un rey cuando le ordenó—. Hagan lo que ella pide.
—¡Sí, señor!
Ye Sijue sacó a Mo Xiaomeng de la tienda.
Mo Xiaomeng estaba confundida. —¿Así de simple?
Ye Sijue la metió en el auto y dijo suavemente: —La escena que sigue no es adecuada para tus ojos. ¿Quieres revisar tu bolso para ver si has perdido algo?
