—Te quiero devorar...
Su voz baja estaba llena de magnetismo y que le hablara al oído hizo que su corazón temblara.
—¡Quítate de encima! —la cara de Mu Xiaoxiao enrojeció y lo empujó— ¿Quién te va a dejar comerte a alguien?
Yin Shaojie la ignoró y la acorraló con fuerza. Presionó sus cálidos labios en sus mejillas, dándole besitos a su delicada piel. Esa sensación suave era similar a la de un huevo recién descascarado, suave y delicada.
Era el peor y hasta la succionó, como si estuviera jugando.
—Ey, ey, ¿¡qué estás haciendo!? ¡Quítate! —los puñitos de Mu Xiaoxiao tiraron y empujaron su pecho, intentando hacer que se quitara de encima de ella.
Sin embargo, era alto, fuerte, macizo e inamovible como una montaña. Cuando golpeó su pecho, le dolieron los puños.
«¿Éste idiota estaba hecho de piedra? ¡¿Cómo podía tener los músculos tan duros?!»