Después de un rato, Mu Xiaoxiao lentamente giró la cabeza, las lágrimas en su rostro finalmente se secaron mientras lo miraba y le preguntarle: —Lu Yichen, ¿Alguna vez te ha gustado alguien?
Lu Yichen frunció el ceño, imaginó al escuchar su voz ronca, que ella debió haber estado llorando durante mucho tiempo.
—Sí —respondió con voz profunda, mirando atentamente su delicado rostro.
Incluso cuando lucía pálida y tenía los ojos hinchados, ella seguía siendo tan bonita y tierna que hacía difícil dejar de mirarla.
De repente recordó una ocasión anterior cuando ella se escondió afuera de la oficina del director, en una esquina del pasillo. Cuando la encontró, sus ojos estaban de un color rojo brillante por llorar, como si fuera un pobre conejo blanco.
Esa imagen se impregnó tanto en su mente que no la pudo olvidar jamás.
Cada vez que lo recordaba, no podía evitar sonreír.