Un día, Mu Xiaoxiao y Han Qiqing se juntaron para visitar a Mamá Lu en el hospital.
En la tarde, antes de la hora de salida oficial de la escuela, las dos salieron por el portón. Al verlas, el guardia de seguridad no les preguntó nada y las dejó pasar.
El auto de la familia Han estaba afuera esperándolas.
Cuando iban camino al hospital, Han Qiqing recordó algo, se giró para mirar a Mu Xiaoxiao y le preguntó: —¿No le vas a informar a Yin Shaojie? Si no, el gran Joven Maestro se enojará de nuevo cuando no pueda encontrarte.
—Oh —respondió Mu Xiaoxiao poco entusiasta. Luego sacó su teléfono, no para llamar a Yin Shaojie, sino para enviarle un breve mensaje de texto.
—Listo, ya le dije. —agregó Mu Xiaoxiao despreocupada, guardando su teléfono.
Han Qiqingquedó estupefacta. —¿Eso es todo?
—¿Y qué más? De todas formas, él sólo dijo que tenía que informarle a dónde voy. Eso cuenta, ¿no? —argumentó Mu Xiaoxiao indiferente.