Usualmente,El Gran Maestro Yin era quien daba las órdenes, ¿desde cuándo alguien le había ordenado? Sólo esta desgraciada se atrevía a hacerlo.
Aun así, pese a tener ese pensamiento,El Gran Maestro Yin cogió una manta obedientemente, e incluso la puso sobre su estómago para ella.
Solía poner el aire acondicionado a una baja temperatura y, por lo tanto, estaba a toda potencia en esta habitación. Pensó por un momento y decidió aumentar la temperatura, preocupado porque se pudiera resfriar.
Ahora cómoda, la chica se frotó el rostro contra la almohaday, abrazando la más larga, se dejó caer en una siesta tranquila.
Yin Shaojie se puso en cuclillas al lado del sofá y no pudo evitar estudiar su rostro. Su piel suave y exquisita parecía tan delicada como la de un bebé, y sus poros eran prácticamente inexistentes. Era tentador besar su piel.