La temperatura de toda la sala de reuniones se hundió hasta el punto de liberación. La multitud se miró, en silencio, e incluso redujo la respiración por temor a molestar al joven maestro Ye.
¿Qué le pasaba al joven maestro Ye?
¿Pasó algo importante?
¿Estaba la empresa en quiebra?
Mientras los cuervos hacían conjeturas descabelladas, Ye Sijue solo frunció el ceño y devolvió el número.
Sin embargo, no pasó. La voz de una mujer sin emociones resonó: "El teléfono al que intentas comunicarte se ha apagado. Inténtalo de nuevo más tarde...".
La mirada de Ye Sijue se volvió fría y apretó los puños con fuerza, como si tratara de aplastar el teléfono en sus manos.
Se levantó de repente y salió de la sala de reuniones sin decir una palabra.
La multitud no se atrevió a respirar bajo la atmósfera intensamente terrible.