¡Sólo entonces se dio cuenta de que había perdido su virginidad!
Oh, Dios...
¡¿Qué estaba pasando?!
Estaba tan conmocionada que ya no podía gritar; ¡de inmediato gruesas lágrimas cayeron de sus ojos parpadeantes!
¡¿Qué... pasó exactamente?!
Agarró rápidamente la ropa que la rodeaba sin importarle a quién le pertenecía y sólo se preocupó de que le cubriera el cuerpo.
Asustada, se acurrucó; su rostro blanco y sombrío se volvió verde de repente mientras miraba boquiabierta.
¡Humillante!
¡Se sentía humillada hasta la médula!
Había sido criada estrictamente en un hogar privilegiado.
Por lo tanto, incluso cuando le gustaba jugar y hacer amigos como a cualquier otra chica, ¡siempre se había aferrado a lo fundamental!
Su padre le había enseñado que la castidad de una mujer era lo más importante, pero ahora, ¡todo se había arruinado!
