La sacó del baño. El amplio dormitorio, donde ahora estaba de pie, era su reino.
Había sido una noche de sexo salvaje. No podía recordar cuándo la había tocado por última vez; todo lo que podía recordar era que la había estado extrañando y suprimiendo su impulso durante todo ese tiempo.
Entrando y saliendo de su conciencia, ella no podía recordar cuántas veces le había hecho el amor.
Su tiranía había sido una vez más, evidente en sus relaciones íntimas.
Mientras le besaba las cejas, los labios y luego la clavícula, él le dijo: ꟷAquí, esto es mío.
Después de ello, los besos viajaron hacia su escápula, las puntas de los dedos, la cintura y el abdomen.
ꟷEstos son míos.
La consumió de manera fulminante al declarar: ꟷY aquí sólo puede pertenecerme a mí.
Era como si él quisiera marcar su nombre y su presencia en ella físicamente.
ꟷ¡Yun Shishi, cada centímetro tuyo me pertenece!
