La sonrisa inocente de Rou'er pronto despertó la indignación de los niños.
―¡La princesa Rou'er nunca te habría robado! Estás mintiendo. ¡Tú eres la verdadera ladrona!
Indefensa, sólo podía ver cómo el recuerdo de su madre caía en las manos equivocadas.
Comparada con el aspecto dulce de Rou'er, ella era como la Cenicienta. Nadie le creyó o estuvo despuesto a ponerse de su lado.
Desde ese momento, como si ella fuese la encarnación del diablo, los niños la trataron con mucho odio.
Pasó un tiempo, y una tarde, Rou'er fue llamada a la sala por un profesor, para no volver nunca más.
Las conversaciones sobre su adopción por parte de una familia adinerada circularon entre los niños. Aparentemente, esa acaudalada familia incluso le había dado una cuantiosa recompensa al director, lo que facilitó la expansión del centro de acogida.
