―¿Qué estás mirando?
Parecía disgustada.
Él contestó con naturalidad: ―Mirándote a ti.
Ella hizo un gesto y trató de apartar su cuerpo de la vista de él, pero sus ojos la siguieron lascivamente; él recorrió con su mirada su cuerpo liso y brillante.
Estaba enojada.
―¡Deja de mirarme!
―¿Por qué? ¿Te has vuelto tímida? ―preguntó, con una sonrisa descarada.
Ella se acercó a él, lo empujó por la puerta y le dijo: ―¡Fuera!
¡Pump!
Estaba fuera del baño. El hombre sonrió y se rio.
¡Ella era claramente tímida!
Decidió no seguir burlándose de ella y, con su bata de baño, se marchó con el mejor de los ánimos. Con una copa de vino tinto en la mano, se sentó en el sofá y empezó a hojear el periódico que el sirviente le había llevado.
Cuando vio el titular del periódico, sus ojos se volvieron pensativos; tomó un sorbo del vino mientras su rostro mostraba un rastro de autosatisfacción.