Había abierto los ojos a un mundo blanco como la nieve y había cerrado los ojos a un abismo sin fondo.
Había sido un tiempo oscuro. Odiaba la sonrisa antiséptica que lo acompañaba en todo momento.
En aquel entonces, sólo podía observar la luz del sol desde la ventana de su habitación. Tenía un leve recuerdo de un pedazo de césped que podía ver desde un lugar justo fuera del hospital.
Muchos niños que visitaban a sus parientes en el hospital corrían y jugaban en el césped. O se perseguían unos a otros o jugaban con globos de helio en sus manos.
Uno de los globos se había soltado de una mano de un niño y flotó alto sobre el cielo.
Había apoyado la cabeza en las palmas de sus manos, mirando torpemente al globo flotante mientras se desvanecía en el horizonte.
Aquel había sido uno de esos raros momentos de diversión.
Su madre vio que su cara se ponía blanca y supo que estaba teniendo malos recuerdos.