La cara de Lin Che se puso completamente roja. Ella pensó en lo incómodo que era que convirtieran la oficina en un desastre cada vez que ella iba. Tampoco sabía quién era el que después tendría que limpiar la oficina...
Sin embargo, Gu Jingze ya la había abrazado y no pudo resistirse a ponerla en el escritorio de la oficina. Miró hacia abajo, presionó su cuerpo sobre el de ella y la miró.
—Me gusta hacerlo aquí.
—Ey. ¡¿Qué clase de extraño fetiche tienes?! —Lin Che dijo que con la cara sonrojada.
Gu Jingze trazó la parte superior de su cuello con su lengua.
—De esta manera, cuando esté trabajando aquí todos los días, podré recordar que una vez estuviste en la agonía de la pasión aquí mismo... Me sentiré como si pudiera verte en cualquier momento...
—…