—No, tío Lu. No quiero darme por vencida. He estado practicando durante tanto tiempo. Aprendí esgrima y ballet. Ahora, no quiero no ir solo por este pequeño asunto. ¿No será todo mi trabajo duro para nada? No fue fácil aprenderlos y todavía quiero mostrar lo que tengo para todos.
Lu Qinyu escuchó esto y solo miró a Lin Che.
Ella era, justo como ella, como ella.
—Eres una luchadora, al igual que tu madre —suspiró y dijo: —Está bien, haré que los asistentes preparen un poco de sopa para ti. Si necesitas algo más, siempre puedes decirme. Te apoyaré con todo lo que pueda.
Lin Che solo pudo sonreír: —Gracias, tío, pero ahora estoy mucho mejor.
En ese momento, Lin Che vio que GuJingze ya estaba parado en la puerta.
Ella no tenía idea de cuánto tiempo había estado escuchando allí.