Después de que la clase terminase, todos salieron disparados como una flecha de un arco. Los campos de entrenamiento nunca habían sido tan populares, y la gente empezaba a luchar por los puntos. Al mismo tiempo, tenían que entrenar en la máquinas que se les daban bien, y mantener su condición en preparación para la gran batalla.
Wang Zheng se quedó hasta el final. Tenía muchas preguntas que quería hacerle al Viejo Mentor, que también se había fijado en él. Sonrió.
—¿Preguntas?
—Maestro, tengo algunas —dijo. Sólo quedaban ellos dos.
—¿Oh? Habla.
El viejo Mentor dejó su libro. Su generación amaba los viejos tiempos, y preferían escribir las cosas a mano en lugar de usar el Skylink para grabarlas.
