La sensación de regresar a la Tierra fue asombrosa. Meng Tian y Zhang Runan no eran chismosas. Zhang Shan, por otro lado, agarró a Wang Zheng para hacerle todo tipo de preguntas. Ellas no pudieron evitar sonreír. Parecía que la Doncella de la Montaña estaba viendo a su amante.
—¡Ah! ¡El Sabio te enseñó!
¡Mierda, qué toro! ¡Fue una pena que no fuera!
Wang Zheng encontró a Zhang Shan un poco desconcertante.
—Solo dilo. ¿Qué ha pasado? Al mirarte, parece que no puedes esperar para contarle a todo el mundo.
—Ja, ja, parece que has visto a través de mí —alardeó—. Diez mil palabras no son tan efectivas como mostrarte.
—Ah. ¿Mejoraste tus habilidades de pilotaje mecánico?
—¿Qué quieres decir con mejora? ¡Te dejaré ver una habilidad legendaria que me permite atravesar el universo!
Hoy iba a ser la primera vez que usaba su habilidad en una máquina. Zhang Shan se subió al Bata Tipo V y estabilizó su respiración.
