—¿Oh? Cuéntame más de eso —los ojos de la reina se movieron levemente.
—Es lo que ha contado Ya Shuman. Hemos encontrado los restos de Dios en uno de los humanos de la Tierra. No hay dudas de que ha entrado en contacto con la energía de Dios.
—Jo, jo… no hace falta alarmarse. Existe la posibilidad de que eso pase, pero al mismo tiempo, puede haber sido solo un sentimiento de nostalgia. Está claro que Dios ya nos ha dejado. Todo lo que tenemos que hacer es esperar y mantenernos en alerta.
La reina tocó con suavidad a Hao Lin y dijo: —Tienes una gran responsabilidad. Tú te encargarás de todo en el asunto de Aslan.
—Sí, Su majestad.
Aunque solo tenía diez años, la sabiduría y la comprensión de Hao Lin superaban mucho a la de cualquier otro de esa edad.
Pero había una cosa que no comprendía: había percibido un rastro de recelo en la reina. ¿Qué era lo que podía llegar a ser una amenaza para la gran civilización de Atlantis?